2 abr 2007

Cobardia


Toda mi vida he sido cobarde. El silencio es mi mentira más grande. No concibo ya mi vida sin silencio… Mirarme hacia dentro, meterme dentro de mí me da miedo. No quiero ver la verdad escondida. No quiero volver a ver el dolor agazapado. Por fuera estoy vacía. Todo queda dentro. Dentro de un alma que siempre espera ya sin esperanza. Se la comió el miedo. La devoró. Todo será siempre de otros, para otros. Para mí sólo quedo yo, siempre he estado yo. Ahora siento (¡cómo duele esta palabra!) que también eso lo están devorando. Por dentro, se lo comen por dentro. Sólo dejan la piel, dura y seca. Y el silencio, la mentira, vuelve a llenarlo todo. Cada rincón de la habitación del cuerpo se llena de silencio. Duele…A veces, el silencio ha querido gritar. Hace tiempo, el silencio habló y contestó el dolor. Desde entonces, decidieron tomar caminos separados, no volver a mirarse, no volver a escucharse, no volver a sentirse… A partir de ese momento, las palabras, las voces, quedaron dentro, encerradas con llave, dormidas. Para que se desvanecieran poco a poco, sin sentirlo, sin echarlas de menos. Pero a veces, algunas palabras no duermen, tampoco desaparecen. Y el dolor de su encierro provoca al llanto, que escapa de ellas, se aleja y sale fuera. Siempre en soledad, siempre en la oscuridad, donde nadie pueda descubrirlas y sentir pena por ellas. Cuando nadie pueda secarlas, cuando todos duerman, con sus propias palabras también dormidas. Al rato, el frío también las devora a ellas. Y vuelven, a esconderse con las palabras, a ese lugar a salvo de otros menos de sí mismo. Los gritos se quedan dentro, sin aire que los propague, sin oídos cercanos, sin cuerpos donde pueda rebotar su sonido. Sólo el propio, las esquinas sucias del propio cuerpo que los engendra. Su sonido interno se torna ensordecedor de vez en cuando. Como ahora, que no cesa, que no se calma, que no calla… Y después de tantos años quisiera ahora abrir la puerta, dejar que escapen todos, formando alboroto, las palabras, el dolor, los gritos, el llanto, el silencio… Pero el miedo sigue vigilando. Nunca seré libre mientras él siga cerca de mí. Liberarme de mí misma, de mis propias cadenas, de mi propio encierro. Olvidé las palabras que debían darme la libertad, olvidé cómo pronunciarlas, pero las sigo sintiendo. Quisiera ahora poder sacarlas fuera pero, después de todo, sólo vuelve a salir llanto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

son mucho mas que palabras..no te escondas entre lineas chikytina;)
-Tony-->pero no el q esperas q sea;)